¿Has sentido alguna vez cómo sonriendo a una persona malhumorada, tras una enorme sonrisa tuya, es capaz de cambiar de emoción y termina sonriendo contigo?

¿Y por ejemplo, te has visto en cuestión de poco tiempo inundado de una profunda tristeza cuando hablas con alguien o simplemente, escuchas algo cargado de dicha emoción?

¿Y cómo eres capaz de alterarte ante los gritos de alguien, aunque no vayan dirigidos a ti? A esto se le llama contagio emocional.

Todos tenemos nuestras preferencias a la hora de interactuar con alguien, debido a que cada día, nos encontramos con personas que desprenden borbotones de calma, o de energía, de alegría, de positividad, de ternura, de pasión y agradecimiento, incluso su capacidad de perdón. Estas personas, son un regalo en nuestras vidas. Por supuesto, también nos encontramos con la otra cara de la moneda, aquellas personas que cuando nos relacionamos con ellas, sin darnos cuenta (o sí), son capaces de contagiarnos su tristeza, su enfado y en definitiva, consiguen alterar de manera negativa nuestro estado de ánimo. Sebastián Serrano, filólogo, matemático, escritor y lingüista (1944) declaraba que “las emociones saltan de una mente a otra como si nada, son contagiosas, mucho más que las ideas”. Este hecho nos proporcionaría de la explicación de por qué, al final del día terminemos con una actitud u otra, ya que hemos ido intercambiando nuestras emociones con personas de nuestro entorno que, en gran medida, determinan nuestro estado de ánimo.

Una vez, un psicólogo me dijo: “Ana, estate atenta, cuando en una pareja uno está bien y el otro mal, el que está bien no arrastra al que está bien, suele ser al revés, y la persona que antes estaba bien, terminará estando mal”. Me lo grabé en la mente. 

Al hilo de cómo comenzada este post, estoy segura de que alguna vez has sentido cómo las emociones de los otros han ido saltando de ellos a ti, esto es normal. Cabe mencionar que si no te ha pasado nunca, posiblemente seas un psicópata,ya que una característica de éstos es precisamente esa, permanecer inmutables antes las emociones ajenas, por esto que se puedan acabar convirtiendo en asesinos, pederastas o, simplemente, líderes de grandes empresas capaces de escalar pisando a otros sin problemas de ningún tipo, son incapaces de sentir empatía y/o contagio emocional.

La pregunta que quizás te estés planteando podría ser el quién influye en los otros y quién es el influenciado. Pues bien, las personas más sensibles serán las que absorberán con más facilidad las emociones de los demás, serán más fácilmente contagiables debido a su vulnerabilidad. En el otro extremo, las personas menos sensibles serán capaces de mantenerse fríos y/o distantes ante situaciones cargadas de emociones negativas. Sin duda alguna, lo más habitual es que en cualquier tipo de interacción encontremos bidireccionalidad, es decir, podemos empezar una conversación sintiéndonos tristes y a través de la comunicación (cualquier vía es válida)podamos ir apreciando cómo esa emoción se va transformando, gracias a la energía de la otra persona. Lo curioso es que muchas veces, ni somos conscientes de ello, ni desde una posición ni desde otra, sin embargo, conseguimos contagiar a más personas de las que creemos. 

Tal vez, ya habías pensado en esto alguna vez, en cómo cargas pilas con unas personas y cómo hay otras con las que pasa lo contrario, y quizás te preguntes, cómo se explica el contagio emocional. Es debido a las neuronas espejo, ellas son las responsables de que, por ejemplo, ante una noticia triste de la televisión, o una película, seamos capaces de llorar o de reír.

El contagio emocional podría parecerse a la empatía (hablaré la semana que vine de la misma), pero hay algunas diferencias. Con la empatía podemos ponernos en el lugar del otro para sentir lo que está sintiendo, pero solo en un momento dado, no se deja de lado nuestra emoción. Sin embargo, con el contagio emocional, sí. Yo considero que para ser empático unas pequeñas dosis de contagio emocional son necesarias. 

¿Cómo darnos cuenta de qué estamos sintiendo? Te invito, si no lo has hecho ya, a que practiques unos minutos al día para realizar conciencia plena de cómo estás, escúchate, identifica tus emociones y ubícalas en alguna parte de tu cuerpo, porque así, podrás saber qué emociones puedes transmitir, es lo que actualmente se denomina mindfulness. Importante, no te juzgues. 

Dicho esto, mencionar, aunque huelga decirlo, que merece la pena prestar mucha atención a las emociones negativas, porque los demás no son responsables de ellas. Asimismo, te invito también a que te rodees de personas, en la medida de lo posible,  que sean capaces de aportar, como decía anteriormente, alegría, seguridad, pasión, confianza a tu vida. 

Muchas gracias por tu tiempo, un abrazo. 

Ya sabes, “si me necesitas, silba”.

Ana