Yo también quisiera volar.

La educación en valores es más que fundamental. Cuando observamos a los/as menores del vídeo expresando qué partes de su cuerpo les gustaría cambiar, es realmente interesante qué responden: «unas alas para volar», «una cola de sirena», «unas orejas puntiagudas» (supongo que de hada), en fin, sueños. Sueños que desafortunadamente desaparecen con la edad.

Sin embargo, ¿qué sucede cuando le hacen la misma pregunta a sus padres? La cosa cambia, unas orejas más pequeñas y, ejemplo, un frente menos pronunciada. ¿Y veis por qué? En ambos casos, por ejemplo, en el colegio se metían con ellos/as. Huelga decir que los niños y niñas, especialmente los/as preadolescentes y adolescentes, desde la inconsciencia, pueden llegar a ser muy, muy crueles.

Ahora bien, ¿qué se hace en estos casos? En mi opinión, dos cosas son fundamentales, y aunque parezca una obviedad, no lo es, os lo aseguro. Por un lado, hablar con el colegio, profesores, tutores, directores y quien haga falta, y poner todos los medios posibles para que estas conductas, -que para quien no lo vea, no es un juego, es maltrato-, desaparezcan ya, no mañana ni de manera paulatina, YA. A este respecto la responsabilidad es del colegio y de los padres. Hay hay que explicarles el dolor que pueden estar causando y sobre todo, hay que hablarles de los valores, de lo importante que es hoy en día -y lo será siempre- el respeto, la empatía, el amor, la compasión. No te canses de hablar a tus hijos de la importancia de tener valores. Otra cosa importantísima, no hay mejor ejemplo que el que vean a sus figuras de referente, los padres y madres, actuando del mismo modo que se les está diciendo que tienen actuar. En casa han de estar prohibidas las descalificaciones, prohibidas. Los padres entre sí, especialmente delante de sus hijos, han de tratarse con amor, respeto, cariño, empatía. Entre hermanos tienen que ayudar a que en las discusiones, jamás, jamás, haya descalificaciones, del tipo que sean. Los niños están en pleno proceso madurativo, y puede ser crucial para que desarrollen un trastorno o no. Suena fuerte, suena demasiado…pero es así.

Por otro lado, fomenta la seguridad en sí mismos y mismas de tus hijos/as. Quizás, esa niña preciosa pelirroja, no haya recibido jamás insultos en el colegio; o bien referente a su color de pelo, o bien a su tripita -tan típica de su edad-. Ojalá.

Sin embargo, lo que me ha venido a la cabeza han sido dos cosas. Por un lado, que sus padres le resten importancia a esa barriguita, que le digan lo bonita que es, que valoren otras cosas además de su cuerpo, que la enseñen a aceptarse y amarse tal y como es y que, por ende, cuando le digan algo que podría ser dañino para otro menor, ella lo sepa gestionar bien. Por otro lado, -quizás, los niños son así-, cuando le insulten una, dos o tres veces y vean que le da igual, al final desistan. Por último, también podría ser que ella muestre tanta seguridad den sí misma que nadie se atreva a decirle nada, porque da la sensación de que va a tener una buena respuesta.

Otra cosa importante es la empatía, el sentido de solidaridad, hay que enseñar a nuestros menores que cuando vean que alguien hace daño a otra persona, tienen que defenderla, el ver algo injusto y no hacer nada, para mí, se convierte en un rol de «cómplice», y este patrón de no hacer nada, posiblemente, les acompañe de por vida.

Es fundamental, que pases tiempo con tus hijos, que los mires, que les cuides, que les valores, que les enseñes, que les premies, que les castigues (todo lo valoran, sí, los castigos también). Diles que no pasa nada por tener las orejas grandes, que así podrán escuchar mejor. Y que en los ojos pequeños entran menos mosquitos y menos polvo. En las barrigas un poco más grandes cabe más amor, porque el amor está por todo el cuerpo, no solo en el corazón. Juega, ponle imaginación, haz lo que sea, pero consigue que se amen tal y como son.

Y sobre todo, sobre todo, enséñales que «Lo esencial es invisible a los ojos», como decía El Principito.