¿Has pensado alguna vez que se te escapaba algo? ¿Has tenido alguna vez la sensación de que te estaban ocultando algo importante y/o mintiendo? ¿Has sentido alguna vez que algo o alguien era para ti (o lo contrario)?
Este tipo de escenarios estoy casi segura de que nos ha pasado a todos, desde comprar algo que nunca hemos probado y no sabemos si el resultado nos va a gustar, hasta un cambio de trabajo, la elección de una casa, aquello que pensamos cuando conocemos a alguien o, por supuesto, con personas que ya forman parte de nuestro círculo más íntimo o cercano. Se llama intuición, y te invito a que, al menos, la explores, que te detengas en ella y observes.
Los jugadores de bolsa desarrollan lo que se denomina “olfato del mercado”, o los jugadores de baloncesto, “sentido del campo enemigo” y se puede entrenar, ¿de qué manera? La psicóloga Frances Vaughan proponía estos sencillos pasos:
- Acallar la mente: A través de la meditación o el yoga podremos aparcar ese diálogo interno, en ocasiones multitudinario, y escuchar nuestra verdadera inspiración.
- Tomar nota de nuestras emociones: Cuando respecto a una persona, un sitio o un hecho, sintamos sensaciones concretas, debemos explorar nuestro interior y ver qué mensaje nos está mandando, y hacerle caso.
- Practicar la atención: Poner el foco ante dicha situación, persona o lugar del cual nos llegan esas señales.
Las intuiciones, como sabemos, pueden tener un matiz positivo o negativo, es decir, dependerá del resultado. Si nuestra intuición se puede confirmar, pensaremos aquello de: lo sabía, sin embargo, hay que tener en cuenta que a veces, pueden fallar, y esto hay que asumirlo y ser consecuente con lo que las decisiones que hayamos tomado traigan consigo.
Quizás en algún momento hayas pensado en la diferencia entre el instinto y la intuición, veamos. El primero tiene más que ver con una tendencia de respuesta inherente, es decir, heredada, que se produce de manera irreflexiva ante distintos estímulos, pero sobre todo, aquellos que entendemos como peligrosos. Por ejemplo, un ruido fuerte hará que en la medida de lo posible, nos alejemos del mismo, o cómo una perra recién parida, en lugar de abandonar a sus cachorros, los cobija entre su cuerpo y los amamanta.
La intuición, por un lado, es aquello que nos “resuena” a nivel inconsciente y que nos ayuda a tomar una decisión con poca información. Imaginemos cuando conocemos a alguien y pensamos: Esta persona me inspira confianza, se la voy a dar. Por otro lado, también es una actividad deliberada, es decir, que en ocasiones, nos dejamos llevar por nuestras corazonadas más conscientes, aunque de manera paralela pensemos que no estamos seguros y que nos podemos equivocar.
Decartes (1596-1650) remarcaba la diferencia entre intuición y deducción. Para el filósofo y matemático francés estos dos actos de nuestra inteligencia nos permiten “conocer ciertamente”, también expresados por conceptos como la experiencia y la realidad externa respectivamente. Afirmaba que la deducción es un conocimiento puro, simple, sin mezcla, racional. De la intuición apuntaba que no era el testimonio de los sentidos ni el juicio engañoso de la imaginación sino “la concepción que nace o tiene su origen en las solas luces de la razón”. Es más, para Descartes, la intuición es más segura que la deducción: “La intuición es un conocimiento inmediato, no procesal: se capta una verdad clara y distinta de manera instantánea”.
Malcolm Gladwell (2005) en su libro Blink, manifestaba en relación a la intuición -impresiones y conclusiones instantáneas– “de destello, que brotan de manera espontánea, casi mientras parpadeamos” que tenían tanto valor las decisiones (en muchas ocasiones) que tomamos mientras nos encontramos apenas parpadeando que las que las que tomamos después de meses de reflexión y de análisis racional.
La sociedad, sin embargo, parece quitar importancia a la intuición y creer que es un elemento casi de brujería, obviando los estudios científicos realizados, y es más, seguro que también habéis oído hablar de “la intuición femenina”, con cierto matiz despectivo. Para otro autor contemporáneo, Gerd Figerenzer (2008), reputado psicólogo alemán, la intuición ocurre gracias a la evolución humana. Desde su punto de vista, cuando nos ponemos delante de decisiones que hemos de tomar al lo largo de nuestra historia vital, recurrimos a reglas que nuestro cerebro ha ido aprendiendo a lo largo de miles de años, y es justo allí donde encontramos respuestas rápidas y precisas para finalmente, decidir. Solo tendremos que elegir la regla apropiada para cada situación. “Ese proceso es indispensable para tomar decisiones (importantes o no) porque nos enseña a confiar, a imitar y a experimentar emociones como el amor, sin las cuales la supervivencia sería casi imposible”. Para dicho autor se trata de un proceso a través del cual hacemos inferencias y escogemos adecuadamente, a pesar de contar con escasa información.
Por supuesto, merece la pena no olvidar que la intuición no es 100% segura, no tiene ninguna garantía y habría que valorar y asumir, ese margen de error que en muchos casos, se puede tornar importante.
Asimismo, aludir a los diversos estudios que desvelan que este proceso cognitivo, la intuición, se basa, como mencioné anteriormente, en el conocimiento que vamos almacenando a lo largo de nuestra vida, también a través de la profesión a la que nos dediquemos y a la formación académica de cada persona.
La mayoría de los autores mencionados (y otros) parecen estar de acuerdo en algo: la intuición podría ser la respuesta inconsciente a problemas conscientes, pero, a su vez, debemos estar seguros de que la razón siga los métodos científicos (observación, pregunta, hipótesis, etc.) y no confiar tanto en aquello que no vemos.
Ahora que está tan de moda la IA (Inteligencia Artificial) quisiera terminar este texto manifestando que una máquina no puede experimentar ni vivir una intuición, debido a que no poseen del proceso de razonamiento formal (deductivo, inductivo, abductivo, etc. )ni del procesamiento de inferencia analógica. Sin embargo, sí que será capaz de almacenar millones de datos en su memoria, evaluar ilimitadas opciones por segundo y obedecer miles de instrucciones . El ejemplo lo tenemos en Deep Blue, el ordenador creado por IBM y que venció al campeón del mundo Kasparov jugando el ajedrez.
Nadie toma una decisión o procesa una información dejándose llevar “solo” por un tipo de pensamiento, ni el lógico ni el intuitivo, mezclamos los dos, aunque en diferentes niveles. La intuición, como todos los procesos cognitivos, es recomendable que sea utilizada en los entonos adecuados y con los conocimientos adecuados, para minimizar el margen de error.
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