“La vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar”.
No sé si recordáis esta frase que Forrest Gump afirmaba en la película que su “mamá” le decía. A día de hoy, considero que nos viene como anillo al dedo.
Nos pasamos la vida queriendo más, más de todo, más trabajo, y cuando lo tenemos, nos quejamos de que estamos agotados.
Más dinero, y cuando lo tenemos, nos damos cuenta de que no tenemos ni un minuto para gastarlo, porque nos pasamos la vida trabajando.
Más amor, más amigos, más, mucho y muchos más, pero no les dedicamos el tiempo que se merecen.
Nos sentimos arriba del todo, y de repente, zasca, en toda la boca.
Nos sentimos como niños en un columpio, y de pronto, una fuerza que nos esperábamos, quizás una ráfaga de viento, hace que nos tambaleemos y nos caigamos. Y que duela. ¿Cómo es posible, si hace treinta segundos me sentía volar?
La vida es algo así.
Nos sentimos seguros, confiados, con nuestro self (autoconcepto) bien interiorizado, en plan, yo soy así o de tal otra forma, y cuando menos nos lo esperamos, un huracán llega de visita a nuestra casa, la pone patas arriba y resulta, que de lo que yo creía que era, queda la esencia, que dicho sea de paso, no está mal.
La vida es así, no sabemos nunca qué bombón nos va a tocar. Puede que nos apresuremos a coger uno y cuando lo probamos, sentimos ese sabor a amargo en nuestra boca que tan poco nos gusta, o quizás lleve alcohol, que aunque sirva para curar heridas, a nosotros no nos gusta.
A veces nos sale la sangre a borbotones, y no sabemos cómo, por la noche, como por arte de magia, se cura, y volvemos a recuperar la nuestra identidad, nuestra seguridad, la confianza en nosotros mismos, la autoestima, todo aquello que el huracán o el viento del parque nos arrebató. Nos miraremos la cicatriz y pensaremos, madre mía, lo que llegaste a doler, pero lo agradecida que estoy porque ahora aguanto más.
Actualmente tenemos una caja de bombones, todos la misma, que eso nunca había pasado. No importa cuál sea tu situación, no importa si eres rico, mujer u hombre, blanco o negro, gitano o payo, de Madrid o de Sevilla, de París o de Berlín, los bombones no nos gustan, y quizás, lo único positivo que haya en esta situación, es que los más resilientes, lograrán salir pensando que, a pesar de los pesares (me refiero a la tristeza/preocupación) un día, tendremos una caja de bombones diferente a la del resto, donde nos sentiremos mal porque iremos a comer un bombón pensando que nos va a encantar, pero no será así. Sin embargo, puede ser que tengamos suerte, y las expectativas se cumplan con creces. A veces también pasa.
La vida es así, un día nos sentimos volar y al día siguiente estamos en un túnel donde no vemos ni un ápice de luz, pero la propia vida, sabe que vamos a verlo, tú no lo sabrás, pero la vida sí, ella va por delante, siempre.
Solemos hacernos preguntas que no tienen respuesta, al menos cuando nos las hacemos, sin embargo, la vida, que es así, nos dirá con el paso del tiempo: “Oye, ¿te acuerdas de aquella vez que llorando me preguntabas el porqué y el para qué de esto? Pues la respuesta la tienes ahora”. Y entonces, lo vas a entender, verás.
El leit motiv de este post es simplemente, demostrar que estoy aquí y que podéis contar conmigo, deciros que si queréis que nos comamos algún bombón juntos, que estoy aquí.
A todas las personas que necesitéis un beso en la frente, un abrazo, una conversación y que penséis que de manera virtual, os puede ayudar, por favor, no dudéis en poneros en contacto conmigo y hacemos una vídeo conferencia. Pondré los bombones encima de la mesa, quién sabe, igual encontramos juntos alguno que no esté mal.
La vida es así, como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.
Un superabrazo, gracias por leerme, como siempre “si me necesitas, silba”.
Pd: No os voy a cobrar, se me olvidaba. ;D
Ana (611193187)
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