Para Bowlby, psiquiatra y psicoanalista creador de la Teoría del apego, el apego significa la capacidad que tenemos los humanos de buscar proximidad con los otros que, mayoritariamente, percibimos como más fuertes y/o sabios. Después de trabajar durante años en clínica infantil, dicho autor, llegó a diferentes conclusiones a través de la observación, entre ellas, la tendencia que tenemos para establecer vínculos afectivos sólidos con algunas personas en el camino de nuestra experiencia vital. Esta experiencia se verá fuertemente determinada por el estilo de apego que presentemos que, según afirman, viene dada desde que estamos en el vientre materno hasta los seis años aproximadamente, aunque se sigue forjando, por supuesto, con el paso de los años. Por este motivo, los padres juegan el papel principal a este respecto.
Es de suma importancia proporcionar a los bebés un vínculo afectivo, que se consigue proporcionándoles de un espacio seguro donde puedan acceder cuando se sientan solos, tengan miedo, sientan rabia y, resumiendo, cada vez que lo necesiten.
Los estilos de apego y sus características son los siguientes:
Apego seguro: si quieres hacer una comprobación con tu bebé, puedes jugar un rato con él en cualquier espacio de tu casa. Haz que se ría, que esté cómodo, y sal de la habitación. Quizás se ponga nervioso o se enfade cuando te marches, pero si cuando vuelves te recibe con una sonrisa, te estará revelando que el estilo de apego que habéis creado es el seguro. Este experimento se denomina la situación extraña.
Las características fundamentales de este estilo de apego son baja ansiedad y evitación, seguridad con el apego, son personas que se sienten cómodas ante la cercanía con otras personas y con la interdependencia, sintiéndose seguros y confiados cuando buscan el apoyo de los otros y cuyo afrontamiento respecto a situaciones de estrés, es mucho más beneficioso que los otros tipos de apego.
Suelen ser personas cuya expresión facial suele estar marcada por la alegría y son capaces de reconocer y aceptar emociones como la ira cuando se enfadan, y por supuesto, la saben gestionar adecuadamente, buscando soluciones. Tanto en menores como en adultos, se presentan menos casos tanto de depresión como de ansiedad que con el estilo de apego inseguro.
En la edad adulta, son personas con mucha energía, alto nivel de concentración y capaces de sentir placer sin ningún tipo de problema; y en la vejez, son capaces de conectar tanto con la tristeza, alegría, rabia y miedo (las 4 emociones básicas) mostrando el repertorio emocional de manera equilibrada y estando abierto a sentir todas las emociones.
En el apego seguro, la figura del cuidador responde «a las conductas reflejas, afectivas y condicionadas del niño» y son capaces de otorgarles confortabilidad siempre que lo necesiten, así, se les refuerza su comportamiento.
Apego ansioso ambivalente: si presentarámos el mismo ejemplo expuesto anteriormente, el bebé reaccionaria de manera diferente: mostraría niveles excesivamente altos de ansiedad ante la separación e incluso, una vez que la figura del cuidador regresara, seguiría con grandes dificultades para volver al estado de calma.
Las personas con un estilo de apego ansioso, entre los 9 y 33 meses desarrollan mayor temor, no solo a situaciones temerosas, sino también a aquellas con estímulos elicitadores de alegría, mostrando miedo como emoción más fuerte. De adultos, serán personas que mostrarán alto nivel de dependencia, miedo a ser rechazados, por lo que los niveles de ansiedad ante este pensamiento están altamente relacionados. Asimismo, este estilo preocupado denota un conflicto interno, donde la rabia, el enfado, el estrés y la depresión forman parte de la idiosincrasia de los sujetos y, por ende, les será más complejo conseguir niveles de calma y de serenidad.
En el caso del apego ambivalente, podemos afirmar que se produce debido a que cuando aparecen las demandas de los menores, la figura del cuidador, o cuidadora, responde de manera errática, cambiante o inconsistente, ya que dicha respuesta no se ofrece de manera adecuada, con carencia de sensibilidad, inaccesibles a nivel emocional y, como afirmo, de manera impredecible y sin cubrir las necesidades de apego del niño.
Estilo ansioso evitativo: En la situación extraña podríamos observar ausencia de angustia y de enfado ante «el abandono» del cuidador (madre normalmente), e indiferencia cuando se regresa, es decir, relevan distancia y evitación. Sin embargo, parece haber diferentes estudios que demuestran que esto solo se produce por una distancia emocional, porque a nivel fisiológico, sí se denota la presencia de ansiedad (asciende el nivel de cortisol) y dicha activación se mantiene mucho más tiempo que los bebés con estilo de apego seguro. Se reconocen emociones tales como el miedo, experimentan más afecto negativo que el grupo seguro pero menos que el ambivalente.
En relación a la rabia, cabe mencionar que aunque se produzcan episodios de rabia con alta hostilidad, se trata de sujetos que se esforzarán en mantenerlos ocultos, mostrándose positivos.
Este hecho tiene una explicación, veamos. Cuando las madres reaccionan rechazandado las señales afectivas de su bebé, estos lo entienden como un castigo. Si el niño, ante esta reacción, protesta, ésta responderá desde la rabia, enfadada, de este modo el bebé lo que entiende es que es mejor no mostrar su desagrado, porque se reducirá la rabia, y asimismo, si no se muestra la necesidad afectiva, tampoco se dará lugar al rechazo. Parece que esto se produce porque los padres, ante la demanda afectiva de sus hijos, sienten aversión ante el contacto físico, y se retiran ante la tristeza de los mismos, además, giran en torno al castigo físico y, como expreso, la retirada de amor.
Bibliografía:
Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud .Revista Latinoamericana de Psicología, vol. 38, núm. 3, 2006, pp. 493-507 Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Bogotá, Colombia
Imagen: unsplash.com
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